La historia de Xander - Por Sheila Daly
A las 24 semanas de embarazo, fui a la sala de partos con calambres, sangrado y moco vaginales, todos signos clásicos de parto prematuro. Me evaluaron durante menos de una hora, me dijeron que estaba estreñida y me enviaron a casa sin ningún control ni intervención significativos. Seis horas después, volví con trabajo de parto activo. Mi hijo, Xander, nació vivo y murió 36 horas después.
Lo que vino después fueron años de intentar comprender cómo pudo suceder eso y por qué nadie actuó. Solicité mi historial médico y encontré retrasos, documentos faltantes y resistencia a mi petición. Cuando finalmente los obtuve, descubrí que se había omitido información de importancia crítica, incluida evidencia de una infección no tratada de la que se sabe que aumenta el riesgo de parto prematuro. Tuve que reconstruir la verdad yo misma.
Durante cuatro años documenté todo y me mantuve en contacto con la Junta Médica del Estado de Illinois. La mayoría de las quejas nunca avanzan, pero me rehusé a dejar de defenderme, no solo por mi hijo, sino por otras familias que un día podrían ingresar a un hospital confiando en que serán escuchadas.
Recientemente me informaron que mi caso ha entrado en proceso judicial formal y que el médico involucrado tendrá que asumir su responsabilidad. Este resultado no gracias a un sistema diseñado para apoyar a las familias en crisis, sino de la persistencia.
Esta experiencia me mostró cómo los sistemas de atención a la Primera Infancia pueden fallar para las familias desde el principio. Comparto esto para que otras familias no tengan que luchar tanto solo para que les crean.